Había en la radio hispana de los años 70, a mediado de la década cuando yo llegué a Nueva York, un programa llamado Mi Tierra y mi Corazón. En una forma coloquial, Luis Rodriguez, conductor del programa le llamaba la atención a la sociedad para que mejorara su conducta, les exhortaba a vivir en orden, no tirar basura en la calle, no tomar cerveza en la vía pública y otros asuntos que tenían que ver con la conducta.
En ese tiempo no se utilizaba el famoso "no me juzgue" que caracteriza a la sociedad incorregible de hoy. En forma alegre, aprendíamos y seguíamos consejos que nos ayudaron a ser formados como gente civilizada.
Una de las secciones de Mi Tierra y mi Corazón, tenía que ver con la correcta expresión del idioma. El lema era: "Mejoremos nuestro idioma, no descuidemos el español, el más precioso legado de nuestros progenitores, hablémoslo correctamente". "No se dice: de tal o cual forma, se dice de esta forma", y aprendíamos.
Haciendo la comparación de aquella era y la nuestra, encuentro que donde habita el fallo es que el llamado estaba en guardar el legado de nuestros progenitores, y creo que es eso lo que hace la diferencia. Cuál es el legado que tiene la nueva generación.
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